Dicen que tengo buena letra. Como grafóloga en líneas generales la describiría como ligada, legible, clara, ascendente, de tensión mediana, caligráfica, monótona, de tamaño grande, con algunos trazos iniciales largos.
Dejaría a mis colegas que identifiquen mi perfil de personalidad con todos sus matices, pero lo que les quiero contar es que este estilo se gestó en una época en que había muchas menos herramientas de comunicación, pero en casa y en la escuela nos enseñaban a manifestarnos con claridad y nos inculcaban la paciencia; a algunos les costaba más y a otros menos, pero los educadores insistían en inculcarnos buenos modos y transparencia.
Omití decir hasta ahora, que tengo casi sesentaicinco años, que comencé mi educación fuera de casa en salita maternal e inicié la primaria a los cinco años. No me inscribieron a tan temprana edad por ser portadora de un desarrollo cognitivo sobre lo normal, sino porque era única hija y a mis padres les pareció bien que sociabilice desde temprana edad con otros niños.
Comencé a escribir con pluma, hoy le cuento a mis nietas y no se imaginan ese instrumento.
En las aulas el pupitre traía un espacio para el tintero. Fui afortunada, en mi época eran novedad los tinteros de plásticos, ya que antes había que tener mucho cuidado con los de vidrio, se caían muchas veces por la poca destreza manual de los niños y los cuadernos y delantales volvían a casa con copiosas manchas caprichosas.
Había que calcular muy bien con cuanta tinta cargar la pluma para que alcance y permita diseñar un trazo, que no sea demasiado el fluido y ocasione un manchón.
Mi abuela me había fabricado con unos trapitos cuadrados, chiquitos y de colores cocidos al medio un limpia pluma, porque cada tantos renglones había que limpiarla. Otro elemento indispensable era el papel secante, antes de dar vuelta la hoja había que secar lo escrito. No existía en ese entonces estímulo y respuesta inmediata, ante una demanda había que pasar por una serie de pasos para cumplir un proceso.
Los primeros días de “primer grado superior” empezamos a trazar palotes con lápiz, muy pronto incursionamos con la pluma y aprendimos simultáneamente la letra cursiva y la imprenta.
Yo estaba eufórica, eso era sinónimo de ser GRANDE.
En tercer grado conocí otro útil escritural, “El plumín” teníamos que calcar los mapas con una pluma muy finita, con tintas de distintos colores y muy buen pulso copiar los límites, ríos y montañas, demandaba un tiempo.
No voy a decir como algunos coetáneos “-todo tiempo pasado fue mejor”-, hoy existen los so-portes magnéticos, que traen muchos beneficios, de hecho estoy escribiendo en una computadora.
Sugiero que se utilicen racionalmente y que se le presenten a los niños varias herramientas, todas son buenas si se usan con inteligencia y se aprovechan los beneficios de cada cual, de ese modo las futuras generaciones posiblemente tengan más destrezas que nosotros.
Hoy como grafóloga conozco los beneficios de la escritura manual y la importancia tanto de la letra cursiva como de la de imprenta y sé que en un primer momento es muy favorable priorizar la primera, porque las palabras se conforman por letras agrupadas, que cortan su trayecto para poner una barra de “t”, un punto, una coma o la virgulilla de la letra “n”.
Cada letra refleja una idea y al concatenarlas en nuestro cerebro se producen sinapsis que unen las mismas con lógica rápidamente, propiciando la intuición. Al agrupar letras lo que nuestro cerebro hace es clasificar, tomarse un mínimo tiempo de reflexión para implementar el pensa-miento lógico. A su vez en la letra cursiva los enlaces tienen bases suaves, que favorecen la adaptación a la realidad de manera flexible.
Existen trazos iniciales que dan cuenta de impulso e iniciativa necesaria para comenzar toda labor y el trazo final diseñado tal cual el modelo caligráfico acerca al escribiente hacia su meta humana la sociabilización.
Cabe destacar que las letras enlazadas dan cuenta de perseverancia y tumbarlas a la derecha muestran compromiso con el afuera.
Los científicos ya pueden comprobar gracias a tomografías computarizadas que la cursiva auspicia el rendimiento óptimo del cerebro, ya que en ese caso el mismo desarrolla una especialización por áreas que integran la sensación, el control del movimiento y el razonamiento.
Al escribir con una letra cursiva legible se necesita un cierto nivel de control de motricidad fina sobre los dedos. Los alumnos deben prestar atención y pensar qué están haciendo y cómo lo están haciendo.
Estudios hechos con la misma aparatología revelan que la cursiva activa áreas del cerebro que no están involucradas cuando se escribe en un teclado.
Cabe señalar que aprender a escribir en imprenta también es muy útil ya que cada grafema se divide en partes y supone un ejercicio más minucioso y nos hace ejercitar la autonomía.
En general, muchos de los beneficios de escribir a mano derivan simplemente de la mecánica de trazar letras. Durante un estudio realizado en la Universidad de Indiana investigadores analizaron, mediante imágenes de resonancia magnética, a niños pre-alfabetizados de 5 años de edad antes y después de que fueran instruidos en el aprendizaje de la cursiva. En aquellos niños que habían practicado a mano la escritura, la actividad neuronal fue mucho más destacada y similar a la de los adultos que en aquellos niños que simplemente observaron las letras. El “circuito de lectura” en el cerebro, el circuito de áreas asociadas que se activan durante la lectura, se activó al trazar la escritura manuscrita, no así al escribir sobre el teclado.
Cuando un niño aprende la escritura manuscrita, incluso si se trata de la escritura en imprenta, su cerebro debe:
• Distinguir cada trazo respecto a otros.
• Aprender y memorizar el tamaño adecuado, oblicuidad de la forma global y la característica detallada de los rasgos de cada letra.
• Desarrollar habilidades de categorización.
Pero la escritura en letra cursiva trae consigo aún más beneficios que la escritura en imprenta, ya que los movimientos son más difíciles, las letras menos estereotipadas y la necesidad del reconocimiento visual crea una mayor variedad de formas de representar las letras. Además, la letra cursiva es más rápida y más atractiva para los estudiantes ya que les da un mayor sentido de estilo personal y pertenencia.
Otro estudio destacó la relación exclusiva que existe entre la mano y el cerebro a la hora de pensar y tener ideas. Virginia Berninger, una profesora de la Universidad de Washington, dio a conocer su estudio sobre niños en primer, segundo, cuarto y sexto grado, en el cual revelaba que los niños escribían más palabras, más rápidamente y expresaban mejor sus ideas cuando escribían ensayos a mano que cuando lo hacían sobre un teclado.
Los beneficios para el desarrollo cerebral son similares a lo que se obtiene cuando se aprende a tocar un instrumento musical. No todos pueden pagar clases de música pero todos tienen acceso al lápiz y al papel.
Perito Grafóloga
Psicóloga Social
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